20 de abril de 2007

Un por(s)che amarillo

Este post fue escrito para otro blog, pero dadas las circunstancias, lo subo aquí también.

Había un anuncio de un tipo que se encontraba un enanito y le decía "pide un deseo". Y el tipo, que no sabía inglés, pidió un por(s)che amarillo. Y le concedieron un porche (de una casa) de ese color. Y se quedó sin coche.

En un relato de Quim Monzó, el protagonista se encuentra un gnomo, que le concede un deseo, pero tiene sólo 5 minutos para formularlo. Con tanta prisa no hay quién elija, así que pide, una y otra vez, que aparezca un gnomo nuevo.

Desde pequeñita me he preguntado qué le pediría yo a un enanito de los deseos. Sólo tres. Buf. O sólo uno. Y con esta mente de ajedrecista que no juega al ajedrez, me dedico a estudiar las consecuencias de cada uno de esos deseos. Desastrosas. Y, a día de hoy y al borde de la treintena, sigo sin formular deseos en voz alta, por las consecuencias que puedan tener. Educación cristiana, supongo.

Cuando veo una estrella fugaz, se me bloquean los deseos. No sé que pedir. Tengo una vida feliz y me preocupa que la ambición descoloque mi equilibrio desequilibrado. Pero aún así, a veces, me preparo el deseo. Aunque lo pido con tanto miedo, que sé que es imposible que se cumpla. "Cuidado con lo que desees porque puedes acabar por conseguirlo". Esa frase, en el fondo, da miedo.

Anteayer, haciendo zapping antes de dormir, fui a parar a un sórdido programa donde, entras siendo tú, y sales siendo una copia esculpida de una figuirta de un todo a cien. Había un tipo que se quería cambiar entero, porque decía que era muy feo. Y lo cambiaron y lo convirtieron en galán. Y me dio por imaginarme cómo sería su vida después de eso. Nos construimos a partir de nuestro esquema corporal, de nuestra imagen mental de nosotros mismos, y si eso cambia... A él se le ha cumplido un deseo, pero se me ocurren miles de posibilidades de que esa historia salga mal...

Un día, sentados en casa de mi hado padrino, traté de escribir una carta a los Reyes Magos de los novios decentes. No fui capaz de detallar las características de lo que estaba buscando, sólo sabía lo que no quería. Aquella conversación vino a raíz de una canción que está en la puerta de mi cuarto: "Something in the way", de The Beatles. Una vez, en un avión rumbo a Berlín, la escuché y decidí que tenía que dejar al esquimal que dormía conmigo por aquel entonces. Y formulé un deseo en forma de imposición a mí misma: "nunca más un hombre que no sea capaz de escribirme una canción así". Error. ¡Ahora tengo un porche amarillo! Llevo toda la tarde pensando en eso, en lo mal que formulo los deseos. Y he empezado a jugar conmigo misma: pienso un deseo con todo lujo de detalles, y luego lo desquebrajo. Como los que controlan la seguridad en las webs cuando contratan a piratas informáticos para que les detecten los errores en el sistema. Y es imposible, no lo he logrado. Mis deseos siempre tienen fisuras.

Mientras encuentro un superpoder que me enseñe a pedir deseos, aprenderé a pronunciar "Porche", para que, a la próxima, el porche venga acompañado de casa.

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