29 de marzo de 2007

Siempre hay otra perspectiva

La vida de la mileurista puede ser difícil y complicada y, probablemente, su experiencia fue única. Pero ¿qué pasa al otro lado? ¿qué pasa con esas personas que son el comodín de la llamada? Porque su experiencia no es fácil. Son como los grandes deportistas, en un solo segundo (en 30 en este caso) se juegan su credibilidad y el esfuerzo de muchas horas.

Os pongo una breve cronología de lo que pudo haber pasado mientras la mileurista sufría en un plató.

11:30 – Comienza la juerga. Alguien comenta que hoy va a ser el día de la llamada y todos se ponen como locos. JJ se descarga una aplicación que te permite buscar en todas las wikipedias al mismo tiempo. C ensaya tácticas para buscar más rápido.

14:00 – Hora de la comida. Después de una mañana de diversos marrones, algo de paz. Aunque se corre la voz y todo el mundo comienza a proponer cosas.

14:50 – Me pongo a recoger las cosas de comer para estar delante del ordenador a partir de las 15:00. Es el momento en el que comienza la cuenta atrás.

15:10 – Con los nervios, necesito ir corriendo al servicio. Dejo el móvil con los individuos estos ensayando voz de chica por si llaman y lo tienen que coger ellos. La chica de recepción me ve pasando al galope y me pregunta si ya ha llegado el momento. Esto es peor que un parto.

15:20 – El comodín 2 se conecta. Comodín 1 hablando con Comodín 2. Para relajar el ambiente, mientras intento concentrarme en mis labores para no pensar en nada más, él se dedica a mandarme zumbiditos. Porque está a 300 km de distancia, que si no me lo cargo.

16:00 – El comodín 2 despierta de la siesta y seguimos con el intercambio de zumbidos, los “dios, que nervios” y “qué estrés, quién nos mandaría meternos en esto” se suceden.

16:15 – Empezamos a desvariar y a imaginarnos los saludos que podríamos decir si nos llamasen. El “saludo a mi prima Mari Loli de Sevilla y a la clase de 7º B” es el ganador.

16:45 – Nos dedicamos a ir haciendo una cuenta atrás cada cinco minutos. M tiene varias reuniones y está viendo cómo se puede escaquear para poder estar aquí cuando llamen. Se llega incluso a proponer que se traiga a los invitados para tener varias manos más buscando.

17:05 – Suena el móvil. Reproducción de la conversación:
- Hola, soy David y te llamo de A3. R está sentada con Carlos.
- Perdona, pero es que yo no conozco a ninguna R.
- No, mira te llamo de ¿Quieres ser millonario? Porque R va a participar.
- Ya, pero es que yo no voy con R. Yo voy con la mileurista.
- Ah, vale. Pues eso, que la mileurista va a participar.

17:07 – Mis manos empiezan a adquirir un tono blanquecino y me empiezan a entrar ganas de vomitar. El comodín 2 despotrica porque a él todavía no le han llamado. Me entran las siete cosas y decido llamar a Mn que me ha ofrecido su móvil durante la hora de la comida. Ella baja corriendo, hacemos el intercambio de tarjetas y ohoh!! Horror!!! Se me ha olvidado el PIN. Cunde el pánico durante breves instantes, pero nos damos cuenta que lo que está mal no es el PIN sino la tecla a la que le estoy dando. El móvil se enciende y nos llega un mensaje. Vuelve a cundir el pánico hasta que nos damos cuenta de que el mensaje es de movistar.

17:15 – El comodín 2 confirma que a él también le han llamado. Qué ganas de que lleguen las 18:00 y saber que todo ha terminado.

17:25 – Hemos iniciado una cuenta atrás a través del Messenger. La gente se pasa de vez en cuando para ver cómo va la cosa y si ha pasado algo. M se escaquea de las reuniones de mil maneras distintas.

17:35 – Nos llaman. Todos en sus puestos, menos M que le está explicando a J por qué la gente está tan nerviosa. Todos coordinados. Cada uno con varios buscadores abiertos para buscar dependiendo de la temática de la pregunta.

17:36 – Oigo hablar a Carlos Sobera y a la mileurista. Yo hablo pero nadie me escucha. Como soy muy educada, espero a que terminen su frase y pruebo otra vez. Me siento invisible, pero Sobera termina por escucharme. Y empieza la pregunta.

17:37 – Mierda de 30 segundos. Con 35 sacábamos la respuesta. Si hubiéramos estado lúcidos y no histéricos sólo habríamos necesitado 15. Decepción general. Aquello parecía la plaza de Colón después de que Francia nos eliminara del Mundial. Vaya caras.

17:45 – Logro hablar con la mileurista pero seguimos sintiéndonos mal. La gente todavía está repasando qué fue lo que salió mal. Comentamos los errores y buscamos soluciones por si alguien vuelve a apuntarse. Caras de desolación, justificaciones por todos lados. Tres personas buscando en la misma página y con la respuesta en la punta de la lengua. C no sabía si reír o llorar cuando el principal resultado que encontró tenía que ver con una pelea callejera en Vallecas.

18:00 – Todavía sigue habiendo conversaciones variadas sobre el tema. Pero ya de forma esporádica. Al final, se terminaría enterando de todo hasta la presidenta de la empresa.

20:00 – Desolada y culpable por no haber podido ayudar a que la mileurista se convierta en multi-millonaria, llego a casa después de un duro día de trabajo y nervios.

PD: No hay nada que no resuelva el chocolate y alguna buena canción.

Mileurismo circunstancial...

Esta mañana, el equipo de redacción de Realidades Paralelas (vamos… yo) ha recibido en su sede social (bueno… en mi casa) un escalofriante testimonio. Lo firma “la mileurista”. Pero no era sobre lo que yo pensaba…

Así que he decidido publicarlo aquí, en este nuevo universo kikeliano... Aprovecho para inaugurar la etiqueta sobre frikitrabajos, que se llama, lógicamente, más triste es de robar...


Hola Kika!
Dicen que en la vida hay muchas friki-experiencias. La mía de ayer estuvo, definitivamente, en el “top ten” de las cosas raras que una hace en la vida. En el “top five”, diría yo. Ayer estuve en un concurso de la tele. Uno de esos de preguntitas y respuestas. Madre mía, qué difíciles eran algunas. Yo no quería ir, si te digo la verdad. No me van nada estas historias. Pero por esas cosas raras de la vida, terminé llegando al estudio, donde me maquillaron y peinaron hasta que estuve monísima. Las maquilladoras y la peluquera, unos encantos. Yo creo que trataban de animarnos. Me contaron que cuando alguien va a la televisión (supongo que cuando no es un concursante de poca monta y es un famosote-VIP de verdad) tardan dos horas en maquillarlo. Qué horror.

En la televisión todo el mundo es encantador. Te mandan mucho, lo controlan todo, pero siempre con una sonrisa. No sé hasta qué punto terminas por convencerte de que haces las cosas porque quieres.

Conocí al resto de los concursantes. En general, eran gente simpática y divertida. Unos parecían encantados de salir por la tele. Otros estaban muy nerviosos. Un tercer grupo estaban como yo, vamos, pensando a ver de qué manera podían salir de allí lo más rápido posible.

Después de comer, a ensayar. En la tele todo está ensayado. Ensayadísimo. Y hay que sonreír sin parar. Entre el maquillaje y la laca del pelo, ya tenía la sonrisa fosilizada. Saluda a esa cámara, no mires al monitor… en ese momento me puse a pensar cómo el estudio era mucho más pequeño y deslucido de cómo sale por la tele. Y dicen que la televisión engorda, pero si yo me veo más gorda de lo que soy, entonces voy a salir más delgada de lo que pienso. Ay, quién me mandaría meterme en esto…

Micrófonos. Me pusieron el micro seis veces, súbete la camiseta, a ver por dónde colocamos el cable. La petaca pesa mucho y se va calentando según pasa el tiempo. Qué miedo. Esto va a empezar. Entra el público. Cien personas, edad indefinida. Nos han dicho que vienen de Oxford, Cambridge y Stanford. Pero creo que no. Le gritan al presentador, parece como si lo conocieran. Pero del público ya te hablarán, Kika.


Me quedo con una frase del día de ayer. "Hay que ver cómo en la tele casi todo es mentira".

Al final, mil euros. Soy mileurista por un mes, lo que no está mal.

Muchos besos y gracias por escuchar mi historia. Te la presto por si la quieres publicar.

La Mileurista.

28 de marzo de 2007

Año nuevo en primavera

No me preguntes qué es Kikel, porque con la pregunta te has respondido.

Un lugar donde escapar, flotando entre las olas, como una balsa de madera que llega a playas desiertas.

Un lugar donde encontarse a uno mismo, un bosque encantado para vivir entre las libélulas y las mariposas.

Un lugar donde nada importa. O donde todo importa. Pensamientos y palabras se dan la mano como en los cuentos de hadas. Como en la vida real.

Sobre todo, como en Kikel.

Nuestro paraíso particular.

Pasen y vean, pero pisen con cuidado...